Dienstag, 20. März 2018

Insel der strickenden Männer




Die Insel der strickenden Männer
Wir fahren weiter mit dem Boot und erreichen nach 40 km die Insel Amantani. Schon zur Vorinkazeit gab es hier heilige Stätten und riesige Steinblöcke, die zur Sonnenbeobachtung für den Ackerbau dienten. Der Ökotourismus auf der Insel wird von der Comunidad de Indegina ganz in der Inkatradition des Ayllu und der Mita organisiert. Die Dorfältesten verteilen die Touristen täglich gerecht unter den Bauerngehöften auf, damit jeder von den Einnahmen profitiert. „Papa und Mama“ empfangen uns schon am Boot, führen uns zum Bauernhaus und in unser gemütliches Zimmer unterm Dach. Abends und morgens brutzelt Oma in der alten Bauern-Lehm-Küche für uns. Im Dorfgemeinschaftshaus treffen sich nun alle Besucher wieder mit ihren „Papas und Mamas“. Naira hat Wickelröcke und Blusen von ihrer Bäuerin
bekommen, ich Hut und Jacke vom Bauern. Eine Musikgruppe spielt andine Musik und wir tanzen bis zum Umfallen.
Am nächsten Tag tuckern wir zur Nachbarinsel Taquile. Wieder werden die Gäste gerecht auf die Inselrestaurants aufgeteilt. Neben dem leckeren Essen gibt es auch eine Vorführung, wie die Inselbewohner seit je her ihre Wäsche mit der Seife waschen, die sie aus der Pflanze „roque“ auf Steinreiben herausrubbeln. Wenn man die 536 steilen Stufen bis zum Ort schnaufend geschafft hat, sieht man überall Frauen, die durch die Straßen von Haus zu Haus laufen und dabei unentwegt mit einer Handspindel Wolle spinnen. Ihre roten Jacken werden mit dem Blut der cochenille gefärbt - das Blut der Schildlaus, die auf den Puntien haust. (Früher hat man auch bei uns im Mittelmeerraum den teuren Lippenstift mit dieser Blutfarbe hergestellt). Die Männer und Jungs laufen mit bunten Zipfelmützen rum, deren Form und Farbe darüber Auskunft gibt, ob sie verheiratet sind, zu den Dorfältesten gehören oder zu welcher Altersgruppe die Kinder gehören. Auf dieser Insel sind es die Männer, die stricken und an den horizontalen Webstühlen sitzen.

 La Isla de los hombres tejedores
 Nuestro viaje continuamos en bote hasta llegar a la Isla Amantani a unos 40 Km de distancia, todavía en el Perú. Esta isla, ya antes de la época incaica eran las ciudades consideradas como sagrada, existiendo enormes bloques de piedra como observatorios solares que servían para el cultivo agrícola. El turismo ecológico está organizado de forma Comunitaria siguiendo las tradiciones del Ayllu, donde el representante del pueblo es el que realiza la distribución de los turistas, de manera correcta, en las viviendas de las familias, y que de esta manera, aprovechan también de manera justa los beneficios turísticos. «Papá y Mamá» nos reciben en el bote y nos llevan a un alojamiento familiar debajo del techo en una habitación muy acogedora.
Existe una casa central donde se reúnen las visitas con sus “Papás y Mamás.” Una Campesina le entrega Naira una falda cruzada y una blusa y a mí me da un campesino un sombrero y una chaqueta de la región. Un grupo de música toca música andina y nosotros bailamos hasta caer agotados.
Al día siguiente seguimos en un bote a motor a una isla vecina llamada Taquile. Aquí también se reparten a los turistas y a nosotros nos llevan a un restaurante. Al lado de la comida muy rica que comimos, nos ofrecen una presentación, como los habitantes de la Isla lavas sus ropas tradicionalmente según sus costumbres, utilizando un jabón en forma de Champú frotando en la piedra que obtienen de una planta llamada “roque”. Después de subir unas gradas con 536 peldaños jadeando y agotados llegamos a un lugar donde nos encontramos con mujeres por todas pares que caminan de un lado al otro, llevan sus chaqueta rojas pintada con la sangre de un insecto de la tuna: Cochinilla (que se utilizaban como colorante en los lápices labiales ) y se las ve hilando la lana con su “Ruecasinstrumentos cilíndricos de madera.
Los hombres y los jóvenes caminan con gorros con borla que los distinguen según forma y color, si están casados, son viejos y según la edad de los niños. En eta Isla tejen los hombres.









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